Hay pocos personajes históricos que hayan dado más que hablar y que escribir que Napoleón Bonaparte, emperador de Francia durante apenas una década, pero que dio mucho de sí por su personalidad, su forma de convertirse en una de las personas más importantes de su época en Europa y su ansia de poder. Tremendamente inteligente y rodeado de un gran equipo que le permitió también alcanzar sus objetivos de manera reseñable, Napoleón quería convertir a su país en todo un imperio como lo habían sido los de España o Roma tiempo antes. Por eso buscó expandir su poder por toda Europa, llegando a las puertas de Moscú incluso, hasta que su derrota en Liezpzig le obligó a replegarse hacia su Francia natal, siendo derrotado definitivamente en Waterloo, en 1815, y terminando su vida en la famosa isla de Santa Elena, en el destierro.
Pocas figuras históricas han provocado tanta fascinación en nuestros días como Napoleón. De Kubrick a Wood Allen, pasando por numerosos filósofos e historiadores, todos se dejan caer ante la figura de este tirano emperador que gobernó Europa con puño de hierro durante casi una década, conquistando territorios y creando alianzas con otros, como en el caso de España, donde no pudo establecerse por completo. Rodeado de muchos mitos y leyendas, Napoleón se ha convertido en un personaje casi de ficción, más que histórico, ya que su figura ha sido enaltecida, vilipendiada y modificada tantas veces que uno ya no sabe donde termina la persona y dónde empieza el personaje. Sin embargo, los historiadores de la época sí que supieron mostrar una imagen muy cercana y realista del emperador, con sus luces y sus sombras, incluyendo algunas manías y curiosidades que sin duda está bien conocer, porque forman también parte de la propia vida de uno de los hombres más poderosos que ha visto Europa.
Su temor a los gatos
Aunque todos tenemos la imagen de Napoleón como un militar muy valiente, arrojado y atrevido en batalla, el francés era también una persona de carne y hueso y, como todos, tenía sus propios miedos. Uno de los más curiosos era su ailurofobia, que no es otra cosa que temor a los gatos. Estos animales, tan habituales hoy por hoy en las casas como mascotas, eran uno de los grandes terrores del emperador ya desde su infancia, seguramente por algún altercado con uno de estos felinos. Lo cierto es que el general francés no admitía tener gatos cerca, ya fuera por miedo a sus arañazos o mordiscos, o simplemente porque los consideraba animales que no eran lo sufi8cientemente buenos para él, por su suciedad o por las plagas y enfermedades que podían traer, algo también habitual en la época.
No dormía más de 4 horas al día
Actualmente, los médicos y expertos en sueño siempre insisten en la necesidad de dormir nuestras ocho horas al día para tener un descanso reparador, algo que pocos cumplen, en realidad, porque nuestro ritmo de vida es tan frenético que hemos llegado a pensar que dormir es algo inútil, casi como perder el tiempo, que podría estar mejor aprovechado en otras cosas más activas. Algo así debía pensar el gran Bonaparte, puesto que jamás dormía más de cuatro horas al día. Con aquel descanso tenía suficiente para recargar las pilas y estar preparado para cualquier batalla que se le presentase. ¿Lo hacía por algo en especial o simplemente prefería aprovechar más el tiempo despierto que durmiendo?
Le cambió el nombre a su esposa
La historia de amor entre Napoleón y Josefina, su esposa hasta la muerte, ha sido también un tema habitual entre los expertos en la figura del Pequeño Cabo, mostrándole no solo como un hombre ambicioso y capaz de todo por conseguir lo que desea, sino también como una persona enamorada capaz de darlo todo por esa relación. Sin embargo, hay un detalle que muchos desconocen, y es que Josefina no se llamaba realmente así. Ese nombre se lo puso el propio Napoleón al casarse con ella, ya que el nombre verdadero de su esposa, Rose, consideraba que había tenido muchos amantes que ya la habían conocido y llamado así. Por eso escogió su segundo nombre, Josephine, con el que pasaría a la historia. Antes de conocerle, la chica era una criolla que se buscaba la vida por París, sin venir de una familia rica ni con aspiraciones.
La estatura de Napoleón
Otro de los temas más comentados sobre el emperador francés es su altura. Muchos le consideraban como una persona bajita, y de hecho, hay autores que defienden toda su actitud narcisista y belicista, con la intención de conquistar toda Europa, con su complejo de persona de baja estatura. Sin embargo, los historiadores nos cuentan que la estatura real de Napoleón era de 1,70 cms, algo habitual en los varones de la época, muy en la media de lo que había por entonces en su país y todavía a día de hoy una altura relativamente normal para cualquier varón. ¿Podríamos considerar entonces bajito a Napoleón? Más bien es un mito que se ha acabado convirtiendo en una de las leyendas más famosas sobre el militar francés, aunque con 1,70 seguramente bajito no es el mejor término para definirlo.
Sus últimas palabras
Todos los grandes hombres suelen dejar grandes epitafios o últimas palabras que se convierten en una parte fundamental de su historia, algo así como un broche de oro para cerrar una existencia plagada de gloria y victorias. Napoleón no iba a ser menos, y con sus últimas fuerzas se dice que pronunció varias palabras: “Francia. Ejército. Líder del Ejército. Josefina”. Sin duda palabras que resumían de una manera muy explícita lo que había sido su vida, y que aunaban todo lo más importante por lo que había luchado, y lo que había conseguido. Napoleón murió en el destierro, en una cárcel de la lejana isla de Santa Elena, en el año 1821 y tan solo una década después de su momento de mayor gloria militar.