Existen hombres que han hecho historia por sus hazañas y sus invenciones. Los hermanos Wright lograron lo que parecía imposible, hacer que el hombre pudiera volar. Antes de eso, realizaron muchos vuelos infructuosos y fracasaron en incontables ocasiones pero, afortundamente, no fallecieron en el intento y lograron que su prototipo no solo viera la luz, sino que a día de hoy se ha convertido en uno de los medios de transporte más utilizados en todo el mundo.
Sin embargo, cuando se trata de probar invenciones tan delicadas como volar, es posible toparse con graves consecuencias si algo sale mal. Y si no que se lo digan a Franz Reichelt, conocido como el hombre que logró inventar el paracaídas pero que, mientras probaba su invento, algo fue mal, y falleció.
Reichelt, el sastre que inventó una especie de paracaídas
Reichelt, nació en la capital de Austria en 1879, a la edad de 21 años se marchó a París, en donde acabaría recibiendo la nacionalidad en 1911. Por aquel entonces se dedicaba a realizar ropas y trajes, algo que le dio mucha fama y reputación, sin embargo, dedicarse a eso no era su sueño.
En su mente solo podía pensar en uno de sus grandes ídolos, Leonardo da Vinci, prestigioso inventor que era capaz de inventar casi cualquier cosa que se le ocurriese y que incluso llegó a crear un prototipo de paracaídas que jamás probó. Reichelt, en cambio lo que deseaba era crear su propio paracaídas para poder saltar desde lugares altos y descender suavemente sin que su vida corriera peligro.
Se lanzó contra la Torre Eiffel
Franz Reichelt estaba convencido de que su invento funcionaría y por eso subió hasta lo más alto de la Torre Eiffel (la considerada en aquel tiempo como estructura creada por el hombre más alta del mundo) y lanzó un muñeco desde allí dotado de su invención para observar qué pasaría.
El muñeco, irremediablemente, se estrelló contra el suelo, pero ni siquiera eso hizo desistir a Reichelt que, convencido de que se había estampado contra el pavimento por ser incapaz de abrir los brazos, decidió probarlo él mismo.
Inmediatamente, las autoridades de la Torre Eiffel le impidieron hacerlo pero Reichelt acudió hasta la policía para solicitar un permiso especial algo que, contra todo pronóstico, sí que obtuvo.
Franz Reichel falleció tras estrellarse contra el suelo
Una vez obtenido el permiso, regresó hasta uno de los bordes de la Torre Eiffel con la intención de lanzarse, pero las autoridades le obligaron a firmar un documento librándole de cualquier tipo de responsabilidad que pudiese ocurrir si la invención fallaba.
Se pospuso pues el acontecimiento para el 4 de febrero de 1912, momento en el que Franz Reichelt volvió a subir a lo alto de la Torre Eiffel con su paracaídas. A la zona se reunieron decenas de curiosos y agentes de policía que querían ver qué deparaba esa macabra idea.
También se acercaron allí dos cámaras que registraron el acontecimiento en directo. Antes del salto, Franz Reichelt tenía muchas dudas y no sabía muy bien si saltar o no. Al final se decidió a hacerlo y acabó cayendo de forma violenta contra el suelo, por lo que su invento no había funcionado en absoluto y, lo peor de todo, le acabó costando la vida.
Jean Pierre Blanchard, inventor real del paracaídas
Lo peor de todo es que, mucho antes de que Franz Reichelt perdiera la vida tratando de poner su nombre en la invención del paracaídas, éste ya existía, lo había logrado otro francés, Jean Pierre Blanchard quien hizo una demostración (él sí, con éxito) del lanzamiento de un perro dentro de un canasto que llegó a tierra sano y salvo.
Habría que preguntarse ahora si Reichelt no conocía la invención de Blanchard o por qué estaba tan convencido de lograr crear un paracaídas mejor del existente. Sea como fuera, Blanchard pasó a la historia como el creador del paracaídismo, y Reichelt lo hizo como el loco que perdió la vida tratando de probar una invención suya que ya existía.